Nada vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Ni flores, ni velas, ni luz de luna. Ése es el verdadero romanticismo. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus yo nunca, tus yo qué va. Alguien que te despoje de todo, que haga jirones de tus ganas y que te veas obligado a remendarlos con el hilo de cualquier otra ilusión.
Ojalá ames mucho y muy bueno, incluso a riesgo de ser correspondido.
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